LA JAULA DE LA MELANCOLÍA (1986)
Los estudios sobre “lo mexicano”
constituyen una expresión de la cultura política dominante
Roger Bartra.
Estudio que critica principalmente aquellos
trabajos que hablan sobre el mexicano, porque pareciera que sólo existen
en las teorías y libros, pero no en la realidad. Además:
el mito del carácter nacional parecería que no tiene
historia; parecería como si los valores nacionales hubieran ido cayendo del
cielo patrio para integrarse a una sustancia unificadora en la que se bañan por
igual y para siempre las almas de todos los mexicanos[1]
Para una sociedad a la que la
modernidad y su presurosa industrialización necesitó forjarse un pensamiento
sobre lo mexicano, un perfil de nacionalidad cohesionadora. Esta formación
sirve como manera de legitimar un poder. Son una serie de lugares comunes.
La imagen que se crea
del campesino es siempre la del ser dramático y víctima de la historia, se
conforma como uno de los personajes más importantes del carácter mexicano. “Es
interesante destacar que en el proceso de construcción e invención de la nación
–y, por tanto, del carácter nacional- nos tropezamos siempre con una paradójica
confrontación con lo “otro””[2].
Al
adoptar la melancolía como uno de los pilares de la cultura mexicana, en
realidad estamos adoptando un concepto de la historia universal. Además, el
pensamiento occidental fundió las nociones de espacio y tiempo con las de
progreso histórico. “Ciertamente así es, con una importante salvedad: que el
tiempo occidental también es un tiempo mítico; sus mitos –diferentes a
los de la cultura prehispánica- son precisamente los de la línea, el progreso,
el futuro, el calendario gregoriano”[3]. Todas las maneras de acotar el tiempo, son una
expresión de la forma cultural que las crea, de acuerdo con las necesidades que
les dieron vida.
La
época moderna intenta crear una bipolaridad de tiempos, considera que hubo un
tiempo primigenio que es diferente en todos sentidos al moderno. La manera de
pensar el tiempo en México, es la misma que se le atribuye a los campesinos, es
decir una manera primitiva, para qué trabajar hoy si puede hacer lo mismo
mañana, para los modernos, consideran que la pasividad sólo es un fenómeno que
ocurre con los primitivos. “Para crear el mito del hombre moderno es
necesario reconstruir al hombre primordial y originario; es necesario generar
una conciencia trágica de la oposición entre el bárbaro y el civilizado”[4].
A pesar de lo que se
crea, la sociedad moderna industrial capitalista no se funda sólo en la
racionalidad, también crea y genera ritos, cultos y símbolos, nada más observar
que Comte quería elaborar una nueva religión. Otro de los mitos, es la creación
del hombre primigenio “que fecunda la cultura nacional y al mismo tiempo
sirve de contraste para estimular la conciencia de la modernidad y el progreso
nacionales”[5].
No
podemos considerar que hay un sentimiento de inferioridad, como menciona Ramos
y después Paz, porque eso primero es una concepción intelectual que no siempre
aplica a la realidad y porque después, significaría que nuestra cultura surge
inferior y siempre viendo como modelo a Europa.
La
época de la Revolución fue importante porque constituyó el momento en el que
los agachados van y pelean, se transforman. El mundo urbano ha olvidado
sus raíces rurales. Aunque el hombre que ahí habita es un tanto borroso, es
indispensable como elemento legitimador del nuevo Estado de la Revolución.
Después
de la Revolución fue necesario crear un nuevo personaje mexicano que estuviera
desencadenado por el mismo movimiento.
El nacionalismo desencadenado por la Revolución
mexicana –en un tragicómico retorno al positivismo decimonónico- cree que las
ruedas del Progreso y de la Historia se han puesto a rodar hacia un futuro
nacional de bienestar. Se decreta que todo sufrimiento es, por tanto, injusto y
esencialmente pasajero[6]
El
mexicano de la modernidad está inmerso entre el patriotismo, la violencia,
emotividad, al resentimiento, despecho y violencia. El proletariado ha surgido
en la periferia, en una circunstancia en que una revolución industrial se
agudizan los problemas de la opresión colonial. “Estamos frente a un
fenómeno complicado: en algunos momentos históricos las clases dirigentes se
apropian de lo que creen que es la cultura popular, y desarrollan un curioso
mimentismo. De esta forma la cultura nacional bebe de las fuentes de la cultura
popular”[7].
Los
principales soportes del Estado no son los programas, sino por el contrario,
las redes imaginarias, los mitos y la cultura nacional. “es preciso
establecer una relación de necesaria correspondencia entre las peculiaridades
de los habitantes de la nación y las formas que adquiere su gobierno”[8].
Bibliografía
BARTRA. Roger, La jaula de la
melancolía: identidad y metamorfosis del mexicano, Grijalbo, México, 2007.
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