martes, 26 de marzo de 2013

La Posmodernidad y la Diferencia

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 Dentro de mi análisis de la sociedad contemporánea se debe considerar el debate de la Posmodernidad. Puede ser discutido, desechado, problematizado, sin embargo es necesario tomarlo en cuenta.

LA POSMODERNIDAD Y LA DIFERENCIA

“Quizás la postmodernidad, la conciencia postmoderna, consista solo en la teorización de su propia condición de posiblidiad, que es ante todo una mera enumeración de cambios y modificaciones“.
Fredric Jameson

Por medio del siguiente ensayo se dará una breve, pero conciso esbozo ante lo que llamamos postmodernidad, en especial a la temática que se origina en el desarrollo de los relatos articuladores de la identidad. Es bajo esta nueva circunstancia, como diría Lyotard, que los juegos del lenguaje y las relaciones sociales se van configurando de una manera distinta a lo que antes se había planteado, con ello también se comentarán  aquellas problemáticas que nacen desde este momento epocal.
La postmodernidad surge, de acuerdo a algunos pensadores[1] terminando la Segunda Guerra Mundial, aproximadamente en los años cincuenta, cuando los grandes relatos articuladores de la modernidad entraron en un proceso de descreimiento.
Si bien, pensadores tales como Condorcet, Diderot, D‘Alambert, Rousseau y demás enciclopedistas concibieron a la ciencia bajo nociones en las que ésta debía ser para todos y debía servir para mejorar la vida en conjunto, es decir tener un fin utilitario y que ayudase a la sociedad, la realidad contra la que se impactan estas nociones es muy distinta: la ciencia que en principio serviría para ayudar, fue utilizada para matar.

El proyecto de modernidad formulado en el siglo XVIII por los filósofos de la Ilustración consistió en sus esfuerzos para desarrollar una ciencia objetiva, una moralidad y leyes universales y un arte autónomo acorde con su lógica interna. Al mismo tiempo, este proyecto pretendía liberar los potenciales congoscitivos, de casa uno de estos dominios de formas esotéricas. Los filósofos de la Ilustración querían utilizar esta acumulación de ultura especializada para el enriquecimiento de la vida cotidiana, es decir, para la organización racional de la vida social cotidiana.[2]

La realidad de los campos de concentración, de las bombas atómicas o de cualquier tipo de arma, fue un precedente imprescindible bajo el cual, la ciencia no tenía respuesta. Ella misma que había erradicado enfermedades, había visto cómo se podía matar a miles de personas en un lapso muy corto, todo esto bajo los mismos preceptos modernos, bajo una economización del tiempo y del gasto.
Es bajo este contexto, el del descreimiento de los Grandes Relatos de la modernidad que, comienza a surgir un nuevo debate, en el que aquellos discursos que en un tiempo fueron sometidos, emergen.
Con los movimientos totalitarios vividos durante la primera mitad del siglo XX, como ejemplo contextualizador de lo que pudiera volver a repetirse, se temía que de no dar lugar y opciones a las personas para que éstas pudieran elegir, se retornara a una circunstancia en la que las decisiones eran limitadas a una y las diferencias eran muy poco apreciadas.
Es en estos momentos que diversos levenswelt, mundos de vida, surgen como opciones válidas de elección ante la diversidad de temáticas que se dan en sociedad. Por ello, nacen los movimientos que reivindican la libertad sexual, la emancipación de las mujeres, entre otros.
El debate que surge entonces pareciera ser algo sencillo: una apertura de opciones, de pequeños relatos con los cuales se pueda vivir y desarrollarse en el mundo, en tanto que los grandes discursos articuladores, de acuerdo a los que propugnaban por estas formas alternativas de vivir, se habían probado como ineficaces ante las problemáticas en las que se habían puesto a prueba. “El principio del desarrollo y expresión ilimitados de la personalidad propia, la exigencia de una auténtica experiencia personal y el subjetivismo de una sensibilidad hiperestimulada han llegado a ser dominantes“[3]
Lo que acontece entonces es que muchos discursos que fueron durante largo tiempo reprimidos, encuentran su respuesta en una sociedad más proclive a escucharlos, a no limitarlos y más aún a considerarlos como formas de expresión válidas, siendo esto todo un logro para personas que durante largo tiempo habían sido ignoradas, es un momento en el cual salen a la luz diversos modelos, maneras de pensar el mundo y de vivirlo.
Nace entonces el término el reverso de la diferencia, cuando se privilegia el particularismo a ultranza frente a los relatos totalizadores que pretendían cohesionar a la sociedad. Comienza entonces a desarrollarse una problemática que al parecer los defensores de esta circunstancia no se habían percatado: ¿ante el temor de sonar autoritarios por prohibir algún discurso, es entonces que todos éstos deben ser permitidos y válidos?.
Pareciera que en primera instancia, la respuesta es que sí, todos aquel relato identitario por el simple hecho de estar forjándose en la postmodernidad, tiene el derecho de existir, sin embargo, existen autores como Habermas y Lyotard[4] que mencionan que, debemos retomar aún los postulados de la modernidad, pues no podemos permitir que, desde el seno de la libertad ampliada de esta circunstancia epocal, aparezcan discursos que emancipen temáticas como la segregación, la discriminación o violencia. Simplemente, hay cosas que no debieran permitirse, y sin sonar autoritaria, simplemente porque son estos discursos los que llevaron a las grandes desgracias del siglo pasado. Por lo tanto, la propuesta de estos autores es que no olvidemos los ejes articuladores de la modernidad, que son los que nos ponían un límite e impedían que diversos horrores acontecieran.
Otra de las problemáticas existentes, es derivada de esta proliferación de relatos, es que, ahora al existir tales posibilidades de forjar una identidad, éstas se vuelven más endebles, más facilmente cambiables. Tenemos tal gama de opciones para elegir que, lo que hoy nos conviene puede ser que mañana no y lo sustituyamos por algo nuevo. Ante una multiplicidad tal de relatos, las identidades dejan de ser ese núcleo constitutivo de la persona, para convertirse más en un aditamento que pudieran o no tener.
También sucede que, existe tal diversidad de propuestas identitarias que éstas no necesariamente responden a un grupo numeroso de personas, se da entonces un fenómeno en el cual hay una explosion de opciones pero no muchos que las sigan. Lo cual también nos indica que, a pesar de lo que los teóricos de la postmodernidad nos comentan, la realidad es que no todas las personas quieren ser distintas o desean tener oportunidades de elegir, más aún, toda esta problemática teórica no necesariamente está al alcance de la sociedad: no todos saben que existe esta proliferación de discursos o inclusive, viven en condiciones en las cuales el poder decidir frente a varias opciones no forma parte de su cotidianeidad.

De ese modo la vida en un mundo múltiple amplía nuestras opciones, pero también el alcance y la frecuencia de las decisiones. Para quienes prefieren una existencia más simple y estructurada, menos expuesta a la incertidumbre de las decisiones, la posibilidad de elegir se convierte más bien en una carga que en una recompensa de la libertad.[5]

De lo anterior, se puede concluir que, frente a una sociedad o un grupo de gente que prefiere no elegir, puede darse la situación en que ante la multiplicidad de opciones, se tome la más sencilla, aunque esto no significa que sea la mejor o la más plural, en tanto que la simplicidad de la opción implica que es más rígida, con lo cual se puede devenir en propuestas de corte intolerante. También, además, la existencia de diversas opciones para escoger en sociedad no implica que la gente se convierta en más tolerante, no existen garantías para aceptar la multiplicidad de los relatos.
Es por todo esto que vemos que los temas de postmodernidad si bien reflejan una circunstancia de apertura social, también deben ser limitados, todo sistema, hablando desde Luhmann, debe tener límites, de lo contrario corre el riesgo de desaparecer o que otro sistema ocupe su lugar. Si la postmodernidad no logra establecer sus reglas del juego, muy pronto, todo será permitido y discursos que no debieran darse, como el racismo, encontrarán ahí su cabida.


[1] LYOTARD. Jean-François, La condición posmoderna: ensayo sobre el saber
[2] HABERMAS. Jürgen, La modernidad, un proyecto incompleto en FOSTER Hal, La posmodernidad, p. 28
[3] IBID, p. 23
[4] Para mayores referencias con lo que dicen estos autores, revisar del texto de JAMESON. Fredric, Teoría de la posmodernid@d, en especial la Introducción y el capítulo 1.
[5] ARDITI. Benjamín, El reverso de la diferencia: identidad y política, p.109

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