Dentro de mi análisis de la sociedad contemporánea se debe considerar el debate de la Posmodernidad. Puede ser discutido, desechado, problematizado, sin embargo es necesario tomarlo en cuenta.
LA POSMODERNIDAD Y LA DIFERENCIA
“Quizás la postmodernidad, la
conciencia postmoderna, consista solo en la teorización de su propia condición
de posiblidiad, que es ante todo una mera enumeración de cambios y
modificaciones“.
Fredric
Jameson
Por medio del
siguiente ensayo se dará una breve, pero conciso esbozo ante lo que llamamos
postmodernidad, en especial a la temática que se origina en el desarrollo de
los relatos articuladores de la identidad. Es bajo esta nueva circunstancia,
como diría Lyotard, que los juegos del lenguaje y las relaciones sociales se
van configurando de una manera distinta a lo que antes se había planteado, con
ello también se comentarán
aquellas problemáticas que nacen desde este momento epocal.
La postmodernidad surge, de acuerdo a algunos
pensadores[1]
terminando la Segunda Guerra Mundial, aproximadamente en los años cincuenta,
cuando los grandes relatos articuladores de la modernidad entraron en un
proceso de descreimiento.
Si bien, pensadores tales como Condorcet,
Diderot, D‘Alambert, Rousseau y demás enciclopedistas concibieron a la ciencia
bajo nociones en las que ésta debía ser para todos y debía servir para mejorar
la vida en conjunto, es decir tener un fin utilitario y que ayudase a la
sociedad, la realidad contra la que se impactan estas nociones es muy distinta:
la ciencia que en principio serviría para ayudar, fue utilizada para matar.
El proyecto de modernidad
formulado en el siglo XVIII por los filósofos de la Ilustración consistió en
sus esfuerzos para desarrollar una ciencia objetiva, una moralidad y leyes
universales y un arte autónomo acorde con su lógica
interna. Al mismo tiempo, este proyecto pretendía liberar los potenciales
congoscitivos, de casa uno de estos dominios de formas esotéricas. Los
filósofos de la Ilustración querían utilizar esta acumulación de ultura
especializada para el enriquecimiento de la vida cotidiana, es decir, para la
organización racional de la vida social cotidiana.[2]
La realidad de los campos de concentración, de
las bombas atómicas o de cualquier tipo de arma, fue un precedente
imprescindible bajo el cual, la ciencia no tenía respuesta. Ella misma que
había erradicado enfermedades, había visto cómo se podía matar a miles de
personas en un lapso muy corto, todo esto bajo los mismos preceptos modernos,
bajo una economización del tiempo y del gasto.
Es bajo este contexto, el del descreimiento de
los Grandes Relatos de la modernidad que, comienza a surgir un nuevo debate, en
el que aquellos discursos que en un tiempo fueron sometidos, emergen.
Con los movimientos totalitarios vividos
durante la primera mitad del siglo XX, como ejemplo contextualizador de lo que
pudiera volver a repetirse, se temía que de no dar lugar y opciones a las
personas para que éstas pudieran elegir, se retornara a una circunstancia en la
que las decisiones eran limitadas a una y las diferencias eran muy poco
apreciadas.
Es en estos momentos que diversos levenswelt,
mundos de vida, surgen como opciones válidas de elección ante la diversidad de
temáticas que se dan en sociedad. Por ello, nacen los movimientos que
reivindican la libertad sexual, la emancipación de las mujeres, entre otros.
El debate que surge entonces pareciera ser algo sencillo: una apertura
de opciones, de pequeños relatos con los cuales se pueda vivir y desarrollarse
en el mundo, en tanto que los grandes discursos articuladores, de acuerdo a los
que propugnaban por estas formas alternativas de vivir, se habían probado como
ineficaces ante las problemáticas en las que se habían puesto a prueba. “El principio del desarrollo y expresión
ilimitados de la personalidad propia, la exigencia de una auténtica experiencia
personal y el subjetivismo de una sensibilidad hiperestimulada han llegado a
ser dominantes“[3]
Lo que acontece entonces es que muchos discursos que fueron durante
largo tiempo reprimidos, encuentran su respuesta en una sociedad más proclive a
escucharlos, a no limitarlos y más aún a considerarlos como formas de expresión
válidas, siendo esto todo un logro para personas que durante largo tiempo
habían sido ignoradas, es un momento en el cual salen a la luz diversos modelos,
maneras de pensar el mundo y de vivirlo.
Nace entonces el término el
reverso de la diferencia, cuando se privilegia el particularismo a ultranza
frente a los relatos totalizadores que pretendían cohesionar a la sociedad.
Comienza entonces a desarrollarse una problemática que al parecer los
defensores de esta circunstancia no se habían percatado: ¿ante el temor de
sonar autoritarios por prohibir algún discurso, es entonces que todos éstos
deben ser permitidos y válidos?.
Pareciera que en primera instancia, la respuesta es que sí, todos
aquel relato identitario por el simple hecho de estar forjándose en la
postmodernidad, tiene el derecho de existir, sin embargo, existen autores como
Habermas y Lyotard[4] que
mencionan que, debemos retomar aún los postulados de la modernidad, pues no
podemos permitir que, desde el seno de la libertad ampliada de esta
circunstancia epocal, aparezcan discursos que emancipen temáticas como la
segregación, la discriminación o violencia. Simplemente, hay cosas que no
debieran permitirse, y sin sonar autoritaria, simplemente porque son estos
discursos los que llevaron a las grandes desgracias del siglo pasado. Por lo
tanto, la propuesta de estos autores es que no olvidemos los ejes articuladores
de la modernidad, que son los que nos ponían un límite e impedían que diversos
horrores acontecieran.
Otra de las problemáticas existentes, es derivada de esta
proliferación de relatos, es que, ahora al existir tales posibilidades de
forjar una identidad, éstas se vuelven más endebles, más facilmente cambiables.
Tenemos tal gama de opciones para elegir que, lo que hoy nos conviene puede ser
que mañana no y lo sustituyamos por algo nuevo. Ante una multiplicidad tal de
relatos, las identidades dejan de ser ese núcleo constitutivo de la persona,
para convertirse más en un aditamento que pudieran o no tener.
También sucede que, existe tal diversidad de propuestas identitarias
que éstas no necesariamente responden a un grupo numeroso de personas, se da
entonces un fenómeno en el cual hay una explosion de opciones pero no muchos
que las sigan. Lo cual también nos indica que, a pesar de lo que los teóricos
de la postmodernidad nos comentan, la realidad es que no todas las personas
quieren ser distintas o desean tener oportunidades de elegir, más aún, toda
esta problemática teórica no necesariamente está al alcance de la sociedad: no
todos saben que existe esta proliferación de discursos o inclusive, viven en
condiciones en las cuales el poder decidir frente a varias opciones no forma
parte de su cotidianeidad.
De ese modo la vida en un
mundo múltiple amplía nuestras opciones, pero también el alcance y la
frecuencia de las decisiones. Para quienes prefieren una existencia más simple
y estructurada, menos expuesta a la incertidumbre de las decisiones, la
posibilidad de elegir se convierte más bien en una carga que en una recompensa
de la libertad.[5]
De lo anterior, se puede concluir que, frente a
una sociedad o un grupo de gente que prefiere no elegir, puede darse la
situación en que ante la multiplicidad de opciones, se tome la más sencilla,
aunque esto no significa que sea la mejor o la más plural, en tanto que la
simplicidad de la opción implica que es más rígida, con lo cual se puede
devenir en propuestas de corte intolerante. También, además, la existencia de
diversas opciones para escoger en sociedad no implica que la gente se convierta
en más tolerante, no existen garantías para aceptar la multiplicidad de los
relatos.
Es por todo esto que vemos que los temas de
postmodernidad si bien reflejan una circunstancia de apertura social, también
deben ser limitados, todo sistema, hablando desde Luhmann, debe tener límites,
de lo contrario corre el riesgo de desaparecer o que otro sistema ocupe su
lugar. Si la postmodernidad no logra establecer sus reglas del juego, muy
pronto, todo será permitido y discursos que no debieran darse, como el racismo,
encontrarán ahí su cabida.
[1] LYOTARD. Jean-François, La condición posmoderna: ensayo sobre el
saber
[2] HABERMAS. Jürgen, La modernidad, un proyecto incompleto en
FOSTER Hal, La posmodernidad, p. 28
[3] IBID, p. 23
[4] Para mayores referencias con lo que dicen estos autores, revisar del texto
de JAMESON. Fredric, Teoría de la
posmodernid@d, en especial la Introducción y el capítulo 1.
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