martes, 26 de marzo de 2013

El Laberinto de la Soledad

¿Quiénes somos? Es de las grandes preguntas que toda sociedad ha realizado durante su transitar. Ahora se analiza uno de los mejores ensayos sobre la identidad del mexicano


EL LABERINTO DE LA SOLEDAD (1950)
Octavio Paz

El descubrimiento de nosotros mismos se manifiesta como un sabernos solos; entre el mundo y nosotros se abre una impalpable, transparente muralla: la de nuestra conciencia
Octavio Paz.

Al igual que Samuel Ramos ve en nuestras actitudes un sentimiento de inferioridad que impide nuestro desarrollo, desconfiamos instintivamente de nuestras capacidades. “La existencia de un sentimiento de real o supuesta inferioridad frente al mundo podría explicar, parcialmente al menos, la reserva con que el mexicano se presenta ante los demás y la violencia inesperada con que las fuerzas reprimidas rompen esa máscara impasible”[1]
La historia de México, es la del país que busca su origen. Como parte de la integración en sociedad, se cree que debe haber fiesta y comunión; sin embargo, también, nuestra misma desconfianza nos ha provisto de máscaras, nunca somos nosotros mismos.
Para nosotros, contrariamente a lo que ocurre con otros pueblos, abrirse es una debilidad o una traición. El mexicano puede doblarse, humillarse, “agacharse”, pero no “rajarse”, esto es, permitir que el mundo exterior penetre en su intimidad[2]
También, se presenta la historia como la lucha entre las formas y fórmulas en el que se pretende encerrar nuestro ser; así el sistema legal y moral mutilan nuestra expresión. “Nuestras mentiras reflejan, simultáneamente, nuestras carencias y nuestros apetitos, lo que no somos y lo que deseamos ser”[3]
Como mencionó antes Paz, la fiesta es parte del ser mexicano, todo pretexto es bueno para cambiar la ritualidad que existe, todo es bueno para un cambio aunque sea mínimo en la vida cotidiana. Nuestra pobreza puede medirse en relación con la suntuosidad de las fiestas populares que hacemos. Más importante, “a través de la Fiesta la sociedad se libera de las normas que se ha impuesto. Se burla de sus dioses, de sus principios y de sus leyes: se niega a si misma”[4]
De esa época surge la Malinche, aquella que tuvo una apertura con los españoles y de ahí se concluye el término malinchista que es el débil y el que quiere abrirse a los extranjeros.
 La sociedad formada fue de orden abierto; regida con principios jurídicos, económicos y religiosos que establecían una relación de las partes con el todo. El catolicismo es el centro de toda la sociedad.
El mundo colonial era proyección de una sociedad que había ya alcanzado su madurez y estabilidad en Europa. Su originalidad es escasa. Nueva España no busca, ni inventa: aplica y adapta. [...]  El fervor y la profundidad de la religiosidad mexicana contrastan con la relativa pobreza de sus creaciones.[...] La decadencia de la cultura española en la Península coincide con su mediodía en América. El arte barroco alcanza un momento de plenitud en ese periodo.[5]
Después, conforme pasa el tiempo, la concepción que también se tiene de la Nueva España pasa a ser un simple cuerpo deshabitado. Para la Independencia, coexisten dos tendencias ideológicas: la de origen europeo y liberal que piensa a América como una asociación de naciones libres; la otra, rompe con la metrópoli sólo para acelerar el proceso de dispersión del Imperio.
El tiempo transcurre y se dan las Leyes de Reforma, que lo que ocasionan con sus propuestas legales es sin quererlo, negar todo pasado indígena y también no aceptar el español. Así en un solo instante, los mexicanos dejamos de tener un  origen y también un destino. “Todos esperaban que una Constitución democrática, al limitar el poder temporal de la Iglesia y acabar con los privilegios de la aristocracia terrateniente, producirá casi automáticamente una nueva clase social: la burguesía”[6]
Con ideales y postulados por recuperar el pasado perdido es que se alzó un líder de la Reforma, al estilo mesiánico, proponiendo un retorno o de menos un destino cierto del mexicano. “La imagen del <<dictador hispanoamericano>> aparece ya, en embrión, en la del <<libertador>>”[7].
Ante la desesperación surge la figura de Porfirio Díaz que con el positivismo se propone aprovechar la ciencia para beneficio del hombre. Después de muchos años en el poder, la gente se levanta en armas contra la dictadura, pero fue un movimiento con escasez de precursores ideológicos lo que después acarreará problemas. “La Constitución de 1917 [...] la adopción del esquema liberal no fue sino consecuencia de la falta de ideas revolucionarias. Las que la “inteligencia” mexicana ofrecía eran inservibles”[8].  Por lo tanto no es de extrañar que nuestras palabras políticas tengan la intención de ocultar nuestro ser.
La llamada inteligencia mexicana, ha servido como servidumbre al poder del Estado, no lo critica y es más, lo alaba en lo que puede. Sin embargo existen algunas excepciones como Manuel Gómez Marín que formó un partido de oposición, Daniel Cosío Villegas un acercamiento de textos económicos y una crítica seria al porfirismo.
“Zea afirma que, hasta hace poco, América fue el monólogo de Europa [...] En un sentido estricto, el mundo moderno no tiene ya ideas. Por tal razón el mexicano se sitúa ante su realidad como todos los hombres modernos a la vez: a solas”[9]
Después de la Revolución, se instauró el capitalismo como sistema económico, pero, como explica Paz “para los pueblos de la periferia el “progreso” significaba, y significa, no sólo gozar de ciertos bienes materiales sino, sobre todo, acceder a la “normalidad” histórica: ser, al fin, “entes de razón”[10]. Nuestro crecimiento industrial se ve desfavorecido porque el demográfico es mayor, produciendo subempleo.
Además seguimos siendo un país productor de materias primas, dependemos de los productos industrializados y de sus elevados precios; bajo esta perspectiva es difícil dejar de ser un país dependiente y endeudado. “Aunque nos hemos liberado del feudalismo, el caudillismo militar y la Iglesia, nuestros problemas son, esencialmente, los mismos. Esos problemas son inmensos y de difícil resolución. [...] Muchas tentaciones, desde el “gobierno de los banqueros” hasta el cesarismo, pasando por la demagogia nacionalista y otras formas espasmódicas de la vida política.”[11].

 

Bibliografía

PAZ. Octavio, El laberinto de la soledad, FCE, México, 2004, p.11-231


[1] Ibid, p.22
[2] Ibid, p.33
[3] Ibid, p.44
[4] Ibid, p.56
[5] Ibid, p.115, 119
[6] Ibid, p.136
[7] Ibid, p.133
[8] Ibid, p.159
[9] Ibid, p.184-185.
[10] Ibid, p.190
[11] Ibid, p.207

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